La madre es la que manda

Uno de los casos más curiosos que hemos encontrado en el ámbito del relevo generacional es el de una pequeña empresa familiar, propiedad del padre de familia, con una antigüedad de más de 60 años en el sector del metal.

La empresa, que no era una sociedad sino que aún iba a nombre del padre, era un reflejo de la familia: padre, madre y los tres hijos (dos chicas y un chico) trabajaban más o menos en algún departamento de la empresa. El chico, con una buena experiencia en el sector, llevaba la parte de producción, las relaciones con clientes y proveedores, así como la contabilidad de la empresa familiar. Las dos chicas tenían responsabilidades en otros ámbitos. La mayor se encargaba de aspectos de cumplimiento normativo como legalizaciones, LOPD, prevención de riesgos, etc. Y la otra chica, la menor, ayudaba en todo un poco, ya sea en la producción o llevando piezas a un cliente.

El padre, en edad de estar jubilado, aún iba cada día a la empresa para ayudar en lo que fuera necesario, pero sin la presión del día a día. Y finalmente, la madre se encargaba de las finanzas de la empresa, enviando las transferencias bancarias de clientes y realizando pagos a proveedores.

El caso es que fue la madre quien solicitó nuestros servicios para intentar resolver una situación que llevaba años sin resolverse dentro de la familia. El padre ya tenía 71 años y la madre 68, y empezaba a ser urgente encontrar una solución de continuidad para la empresa, ya que la situación era la siguiente:

El hijo quería continuar y, de hecho, era quien llevaba la mayor parte de las responsabilidades importantes de la empresa.

La hija mayor realizaba en la empresa el trabajo que podría haber realizado un profesional externo por mucho menos de lo que ella cobraba.

La hija menor «amenazaba» con frecuencia con querer irse de la empresa, que aquello no era para ella, pero no se iba.

El padre quería desvincularse totalmente del negocio y dedicarse a vivir tranquilamente.

La madre quería que los tres hijos continuaran con el negocio. Incluso ella, con 68 años, quería seguir vinculada al negocio en una hipotética sociedad que habrían constituido los tres hijos y ella.

Se plantearon muchas opciones posibles, pero para la madre solo había una que aceptaba: que los tres hijos continuaran juntos en el negocio familiar, incluso con el desinterés de la hija menor y la poca implicación de la mayor.

¿Qué opinan de esta situación? ¿Conocen algún caso similar? ¿Qué piensan que deberían haber hecho?

¿Te ayudamos?

Otras noticias relacionadas